Mónica Chacón
Dentro de la currícula de la carrera de Turismo de la Universidad Mayor de San Andrés estaban las materias de Folklore de Bolivia I y II. En el programa de estas materias, aparte de toda la teoría necesaria, estaban los trabajos de campo y viajes de estudio a las diferentes festividades en el área urbana y rural del país.
Los viajes eran duros, la mayoría de las veces en el viejo camión que proveía alimentos y gas al comedor universitario y luego del trabajo de levantamiento de información bajo la estricta guía del profesor Freddy Bustillos, los grupos de estudiantes quedábamos libres para disfrutar de los atractivos del lugar.
Ya que todo el pueblo estaba de fiesta, no había otra cosa más que vivirla, por lo que nos sentábamos en la plaza a esperar las comparsas de los bailarines, entonces bailábamos detrás de cada comparsa imitando sus pasos y terminábamos siendo los invitados en cada local.
Así empezamos a conocer más las danzas, sus pasos y coreografías, hasta que casualmente, un grupo de estudiantes de Turismo y amigos afines, asistimos a la boda de Gladys Blanco una compañera de la carrera que había invitado también a Fernando Cajías, Hugo Boero Rojo y Freddy Bustillos.
En medio de la fiesta, todos empezamos a bailar música nacional y, por supuesto, sacamos a relucir los pasos aprendidos. Ello motivó a que Fernando Cajías nos hablara de que en años pasados había un grupo que bailó la Llamerada y que era uno de sus sueños recuperarlo para la UMSA.
Esa noche docentes, alumnos y amigos presentes nos comprometimos con el desafío. Entre otros, Marisol Zabala, Luis Sempértegui, Ximena Mendoza, Gladys Blanco, Daysi Durán, Ciro Valencia, Susana Udaeta, Franz Valverde y Mónica Chacón.
Una semana después nos reunimos en el piso 13 del monoblock y designamos a los responsables de las diferentes comisiones, siempre encabezados por Fernando Cajías.
Los días venideros los sueños se fueron volviendo realidades y logramos entusiasmar a las autoridades universitarias para que nos den su apoyo, sin lograr, lamentablemente, financiamiento. Entonces nos dedicamos a reclutar amigos, chequeos y simpatizantes.
Así logramos conformar un grupo de 70 personas. Pero, faltaban más cosas y lo más importante: el baile, los pasos, variaciones y coreografía. Para ello contactamos a Edmán Gozalvez, quien junto a Mónica Chacón, Carmen Flores y Carmen Tapia del Ballet Folklórico Nacional y Javier Loroño y Marisol Zabala fueron los responsables de los ensayos y de la parte artística.
Ensayábamos lunes, miércoles y viernes en las afueras del Teatro al Aire Libre y los fines de semana en la plaza Villarroel. Fuimos los primeros en descubrir esos espacios de “ensayo” que ahora son patrimonio de los grupos de baile. Alquilamos trajes muy económicos de “primera salida” y nuestra banda fue la más pequeña; sin embargo por nuestro entusiasmo, pasos bien ejecutados, el respeto de la originalidad y significancia de la danza hicieron de nuestra primera participación en Gran Poder inolvidable. Dicen que incluso ese año (2006) ganamos la entrada pero nos descalificaron porque nos colamos.
Así se hizo realidad un sueño que hoy lleva 25 años, pero no sería posible sin su “ajayu”, esa esencia es Fernando Cajías, el único fundador y antiguo que sólo dejó el grupo cuando tuvo que cumplir una misión en el exterior, pero que lo apoyó desde todas las facetas de su vida profesional, pública y privada, año tras año, para que el sueño no muera y crezca más y más hasta lo que es hoy.
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